Domus Cáliz

por si alguna vez no fuese posible vivir en otro lugar

24/12/07

Concierto de Navidad


Acudo a escuchar a Jerry González, el trompetista neoyorkino que viene a Granada acompañando a una banda de flamenco. El americano, que ha tocado con algunos de los grandes del jazz, se limita a sentarse y llevar el ritmo con la caja.
Durante el concierto advierto lo complicado es hacer buen flamenco, más aún mezclarlo con otro estilo. Sólo cuando la locura y el duende se apoderan de los músicos, cuando se olvidan de lo que quieren tocar y tocan, hay algún instante verdaderamente interesante.

Pero entonces aparece Jerry, coge la trompeta y en tres notas organiza un tren en el que nos subimos todos los que tenemos orejas en la sala. El tren de Jarry es un expreso que circula de N.Y. al Caribe, haciendo paraditas breves en esta tierra gitana que se queda pasmada con la melodía que el tren de Jerry instaura bajo la luz azul de los focos. Con sus gafas oscuras, con el aspecto de estar ya en otro sitio que tienen los grandes jazzman, Jarry parece ese pirata, ese loco que solo roba notas exactas y atrevidas.
Un maquinista que lleva la locomotora en los labios, en la forma de dibujar una melodía que quiere estar en dos continentes a un mismo tiempo.

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