Domus Cáliz

por si alguna vez no fuese posible vivir en otro lugar

4/6/08

Escribiendo novela, la habitación más luminosa de la casa



La versión Amanda

Quiero escribir una novela, le dije a todo el mundo. Dejaré la televisión y todo lo que hay alrededor para convertirme en escritor. Pero ¿Cuándo se convierte uno en escritor? Mientras estás escribiendo, o en el momento de publicar por fin lo que hayas logrado crear en la soledad de tu cubil. Porque todo el mundo parece de acuerdo en que la palabra “escritor” define a quien se gana la vida con la literatura. Somos aquello que nos da de comer, y reservamos los calificativos dudosos para quienes, por las razones que sea, no terminan de obtener una rentabilidad económica del asunto: escritor aficionado, escritor en ciernes, escritor frustrado. Si bien, rellenar unos cientos de páginas con el fruto de nuestra imaginación no debería tener como único propósito el de ganar dinero, y tal vez lo deseable fuese que ambas cuestiones no estuviesen tan directamente relacionadas.
Ahora mismo no sé en cual de todas esas categorías me encuentro. Lo que sí sé es que mis ganas de cambiar de vida fueron determinantes aquella noche en que di la espantada en la entrega anual de premios de la Asociación de Emisoras de Televisión: decenas de fans pasando frío en la puerta, los hombres más inteligentes y las mujeres más guapas del país, cámaras hasta en el pasillo de los servicios, millones de telespectadores dispuestos a idolatrar a cualquiera que esa noche subiese al escenario para recoger su estatuilla. Una butaca vacía.

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