Domus Cáliz

por si alguna vez no fuese posible vivir en otro lugar

4/10/09

La habitación de La Ladrona









A propósito de la lectura realizada el 29 de septiembre en la Cuadra Dorada, con textos de las escritoras Trinidad Gan, Pepa Merlo, Gracia Morales, Mónica Frances, Erika Martínez, a partir del cuadro La ladrona, del Museo Casa de los Tiros.




En la entrada del Museo nos recibió Gemma Matarranz, anclada a las escaleras, dispuesta a ser ese espectro que guía a los visitantes. Nos iba a llevar hasta La ladrona























La literatura es una irrealidad en dos partes: el lector y el escritor. Pero durante siglos el lector fue en realidad un oyente. Eso es algo que hoy en día sólo los poetas recuerdan. Trinidad Gan y Gracia Morales leyeron sus poemas sobre La ladrona desde una ventana, asomadas a un patio repleto de oyentes, que retrocedimos unas cuantas fechas en el calendario. Leer la poesía tiene también dos partes: el texto en sí y la forma de leerlo.



Ya llegáis.
Uno, dos, tres…, cuatro…Os escucho acercaros. Pisadas de alguien joven, varios jóvenes, alguien de más edad también.
¿Cuántos sois? ¿Ocho? ¿Doce? Con los grupos numerosos me puedo confundir.
¿Pasáis de largo? No. No, os detenéis. Os habéis detenido.
A mirarme.

Gracia Morales




Un coro de mujeres, nueve voces,
Se oye gritar desde la lejanía.

Trinidad Gan




A continuación Mónica Francés nos invitó a su habitación favorita: la sorpresa. Nos los dijo bien claro: el lector-oyente de hoy día, oye a una máquina.
Y lo hizo con el atrevimiento habitual de sus textos. Daba para mucho el texto que Mónica declamó, llevándonos a los presentes de una parte a otra de aquella habitación que siglos atrás se había dedicado a acoger suntuosas tertulias. Daba para diez o quince minutos pensando en su divertida forma de hacer añicos el lenguaje, a ver si así nos dice algo.

Pero era preciso peregrinar hasta la habitación de la protagonista absoluta de la lectura, la mujer que había concitado la atención de los dos hemisferios de esa irrealidad que llamamos literatura: La ladrona.












La ladrona decimonónica y pastiche que, con su seno libertario y su anacronismo romántico, todavía estaba en condiciones de dar un grito en la sala del Museo y provocar que todas las miradas la buscasen. Tal vez el gesto de la actriz Gemma Matarranz de postrarse ante ella, era el pago por todas esas miradas.



Erika salió de una celosía, y luego saltó por la ventana. Pensando tal vez que la libertad se puede conceder con sólo con un poema.


La ladrona maldice el óleo
Donde la abandonó
Un pintor trasnochado
Que le dio la última pincelada
Como quien tira la primera piedra.

Erika Martínez












Pepa Merlo aguardaba en el jardín, el lugar más secreto y arcano del edificio. Allí estaba ya el cielo oscurecido y las sombras de los cipreses. Y Pepa, como una sorpresa, como el último vistazo que se echa a un cuadro.


Se inaugura un nuevo siglo: 1900. Y es mi imagen la que viene a romper la delgada línea que divide el tiempo antiguo de esta nueva era. Una hégira que en nada variará de lo que fue, es posible incluso que sea más brutal, más despiadada. El género humano no madura a la misma velocidad que lo hace su propia crueldad.
Pepa Merlo





Por último, las actrices Esmeralda Linares y Mamen Aguilera, hicieron una escenificación de la mujer atrapada, la mujer víctima, la que va a estar revelándose mientras la consideren únicamente un modelo, un motivo anacrónico para un cuadro.













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